lunes, 12 de marzo de 2012

El Juicio Final


El encargo del Juicio Final se gesta a mediados del año 1533 cuando Clemente VII encarga a Miguel Ángel la ejecución de dos frescos en las paredes frontales de la Capilla Sixtina representando el Juicio, en la pared de la capilla donde se encuentra el altar, y la Resurrección, en la pared de enfrente. El fallecimiento de Clemente VII en 1534 provocaría un ligero abandono del proyecto, que sería recuperado por su sucesor, Paulo III. En 1535 se empezó a levantar el andamiaje y en 1537 se iniciaba la decoración pictórica, siendo descubierta de manera oficial el 31 de octubre de 1541. Desconocemos la razón por la cual no se ejecutó la Resurrección, considerándose que podría deberse a la preferencia del pontífice por la decoración de la Capilla Paulina y la finalización del diseño definitivo para la tumba de Julio II ya que los herederos del Papa estaban exigiendo la máxima rapidez al artista, eximiéndole el propio Paulo III de diversas obligaciones.

Juicio Final
El fresco es de enormes dimensiones -13,70 x 12,20 metros- e incluye casi 400 figuras de las que se han identificado aproximadamente 50. La zona superior de la composición, más de la mitad de la pared, está ocupada por el mundo celestial presidido por Cristo como juez en el centro de la escena, inicialmente desnudo y en una postura escorzada, levantando el brazo derecho en señal de impartir justicia y cierto temor a los resucitados.


Buonarroti quiso representar de esta manera la salvación de la Humanidad a través de la llegada de Cristo en la parte más elevada de la pared.


A su lado, la Virgen María, que se encuentra abrumada por la fuerza de su hijo, rodeadas ambas figuras por un conjunto de santos, apóstoles y patriarcas que constituyen el primer grupo circular. A ambos lados de este grupo central diferentes mártires, vírgenes, bienaventurados y Confesores de la Iglesia forman una segunda corona.


En los lunetos superiores aparecen dos grupos de ángeles que portan los símbolos de la Pasión: la corona de espinas, la cruz y la columna, ofreciendo las más variadas posturas y reforzando la sensación general de movimiento.


A los pies de Cristo se sitúan dos santos que ocupan un lugar privilegiado: San Lorenzo, que porta la parrilla de su martirio, y San Bartolomé, con una piel que alude a su muerte, apreciándose en su rostro un autorretrato del pintor. 


En la zona intermedia podemos encontrar tres grupos; en la izquierda, los juzgados que ascienden al Cielo mientras que en la parte contraria se ubican los condenados que caen al Infierno, ocupando los ángeles trompeteros el centro para despertar a los muertos de la zona inferior que se desarrolla en el espacio izquierdo de este último tramo. En la zona inferior derecha hallamos el traslado de los muertos en la barca de Caronte ante el juez infernal Minos -la figura de la esquina con serpientes enrolladas alrededor de su cuerpo- y la boca de Leviatán. La escena se desarrolla sin ninguna referencia arquitectónica ni elemento de referencia, emergiendo las figuras de un azulado cielo donde flotan con una energía y seguridad difícilmente igualables.





Son numerosas las referencias y fuentes en las que Miguel Ángel se inspiró según aluden los especialistas. Estatuas clásicas, figuras ya utilizadas en el cartón de la Batalla de Cascina, los frescos de Luca Signorellien la catedral de Orvieto e incluso El Bosco. En el aspecto literario parece seguro el empleo de tres fuentes: la Divina Comedia de Dante, la bíblica Visión de Ezequiel y el Apocalipsis de San Juan. El descubrimiento del fresco provocó inmediatas reacciones de aspecto moral; el cronista de ceremonias pontificio Baggio da Cesena ya lo criticó antes de su inauguración oficial, seguido por Pietro Aretino y los asistentes al Concilio de Trento, que no podían permitir los desnudos de la obra ante las acusaciones de paganismo que lanzaban los reformistas.


A continuación ampliaré ciertas figuras y escenas que llaman la atención en la obra:


He cogido esta escena por el impacto que causa en nosotros, mientras en un lado de la obra un salvado intenta coger a un ser querido que ha sido condenado, en el otro los salvados esperan el ascenso de su ser querido, se produce un contraste muy llamativo.


Este es sencillamente una imagen ampliada de Caronte, que según las tradiciones griegas era el barquero que, una vez que habías muerto, te llevaba al otro lado del río Estigia para ir al reino de los muertos.


El rey Minos ampliado.


Con esta ampliación  de la imagen se puede observar mejor el autorretrato de Miguel Ángel.

domingo, 4 de marzo de 2012

Miguel Angel Buonarroti


En Caprese, un pequeño pueblo florentino, nace Miguel Ángel en el año de 1475, en el seno de una familia noble: los Buonarroti. Ya desde pequeño su vocación queda manifiestada, tomando su padre finalmente la decisión de enviarlo a formarse al taller del pintor Domenico Ghirlandaio. Sin embargo, y a pesar de que con dicho maestro su aprendizaje en el campo del dibujo es indiscutible, Miguel Ángel escapa varias veces a la escuela en el Jardín de San Marcos de los Médici para desarrollarse en el arte de la escultura, abrumando a la familia con sus esculturas. 

Miguel Ángel Bounarroti
Es en este ambiente donde va a entrar en contacto por primera vez con el conocimiento de obras legadas por la Antigüedad clásica, resultando éste un factor decisivo en su producción posterior. Pronto despuntará entre sus coetáneos, llamando la atención de Lorenzo de Médici, quien desde este momento y hasta su muerte se convertirá en mecenas y admirador del genio. De esta etapa inicial datan diversos encargos que algunos amigos realizarían al artista, además de lo que habrían sido sus "falsificaciones artísticas".

Jardín de San Marcos




























Miguel Ángel inicia verdaderamente su trayectoria profesional tras la muerte de su protector, etapa surcada por diversos viajes e importantes encargos. Tras una estancia en Bolonia en 1494, donde dejará esculpido un ángel para Santo Domingo de Guzmán y descubrirá el trabajo de Jacobo Della Quercia, regresa nuevamente a Florencia por un breve lapso de tiempo antes de iniciar su primer viaje a Roma. En dicha ciudad, donde permanece en esta ocasión entre los años de 1496 y 1501, va a realizar su famosísima, delicada y perfecta Piedad del Vaticano (obra de la que el artista, ya en vida, se sentía especialmente orgulloso, como demuestra el hecho de que la reconociera con su firma, circunstancia única en su producción).

Piedad de Miguel Ángel
De vuelta en Florencia, Miguel Ángel realizará una serie de encargos de menor importancia, siendo lo más destacable de entre las piezas que va a llevar a cabo en este periodo su monumental estatua del David, obra cumbre de todo el arte imitativo de la Antigüedad por lo que de perfección en la ejecución, belleza en la forma y originalidad en la manera de abordar la tipología posee. Es curioso que de un encargo simple como fue el de El David naciese una escultura como la que Miguel Ángel hizo, pero es más curioso aún que pudiese haberlo sacado de un bloque de mármol que ya había sido utilizado por varios artistas anteriores a él y que sin embargo lo terminase tan bien.

David de Miguel Ángel
Pero Miguel Ángel no es tan sólo escultor, aunque así lo habría deseado el artista en vida. Por estas fechas asimismo, el encargo realizado por Piero Soderini de decorar con un episodio de la guerra de Pisa parte de la Sala Grande del Consejo de Florencia, en la que ya estaba trabajando Leonardo da Vinci. El cartón de esta obra, maestro de un sinnúmero de posteriores artistas, mostraría ya la tendencia a la dramatización y tensión de los cuerpos que posteriormente se apreciará en su obra pictórica cumbre, la Capilla Sixtina.

Leonardo Da Vinci

Tal era la admiración que entre sus coetáneos levantaba Miguel Ángel que el propio Papa Julio II le convertirá en el responsable de un proyecto de una envergadura colosal, su tumba, encargo que a la postre tan sólo generará disgustos y frustración al artista. La muerte del Papa, el desinterés de sus sucesores en la finalización del mausoleo, la escasez de fondos para llevar a cabo el diseño original o la propia dispersión a la que sometía Julio II a Miguel Ángel con la encomienda de diversos encargos solapados, dieron como resultado que la ejecución de la obra se alargara durante décadas (1505-1550), llegando a finalizarse tan sólo una modesta versión de la tumba materializada en un sepulcro de pared que incluía la escultura, entre otras del Moisés (hacia 1513-1515).

El Moises
Varios serán los encargos en este periodo que mantendrán a Miguel Ángel alejado de dicho proyecto funerario, entre ellos la decoración de la Capilla Sixtina, solicitada por el Papa Julio II. Iniciará los trabajos en la bóveda de la capilla en 1508 y los finalizará en 1512. Posteriormente, en 1534, ejecutará un manierista Juicio Final; a pesar de la energía que el genio derrochaba en cada uno de los proyectos que llevaba a cabo, éste en concreto puede dar buena idea de la fortaleza de su carácter, de su capacidad y de su determinación.

Decidido a realizar una decoración fabulosa capaz de asombrar a quienes la vieran y superar a pasados, presentes y futuros artistas, en primer lugar hubo de aprender la técnica del fresco, pues de esta manera decidió trabajar aún no siendo ducho en la forma de prepararla. Catorce años pasó pintando sólo, creando este ingente y complejo universo bíblico, repleto de belleza, perfección y terribilità.



Capilla Sixtina
Posteriormente a esta segunda etapa romana ya vista, vendría otra florentina (1513-1534), marcada por el mecenazgo de otros dos Papas, León X y Clemente VII, para quienes llevará a cabo obras como la de fachada de la iglesia de San Lorenzo, que no fue construida, la construcción de la escalera de la biblioteca Laurenciana (1524) o una serie de sepulcros conmemorativos de diversos miembros de la familia Médici (a la que pertenecían sendos pontífices). Destacables son las esculturas alegóricas del tiempo realizadas para acompañar las tumbas de los duques Lorenzo y Giuliano de Médici.

Fachada de la iglesia de San Lorenzo 
 En su vejez (1546) se hará cargo de otro importante proyecto: la finalización de las obras de la basílica de San Pedro del Vaticano, cuya cúpula se convertirá posteriormente en paradigma a seguir en buena parte del mundo.
Cansado de los hombres y desencantado del mundo, estos años marcan el inicio del cambio; a partir de este momento la lozanía y fortaleza de sus composiciones deriva en un misticismo desgarrado, que sin embargo para muchos dará como resultado algunas de sus mejores obras. Es su última época en Roma, adonde llegará en el año de 1534, permaneciendo hasta su muerte.